27.11.11

Defensa de la alegría

Defender la alegría como una trinchera.
Defenderla del escándalo y la rutina,
de la miseria y los miserables,
de las ausencias transitorias
y las definitivas.

Defender la alegría como un principio.
Defenderla del pasmo y las pesadillas,
de los neutrales y de los neutrones,
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos,

Defender la alegría como una bandera.
Defenderla del rayo y la melancolía,
de los ingenuos y de los canallas,
de la retórica y los paros cardíacos,
de las endemias y las academias.

Defender la alegría como un destino.
Defenderla del fuego y de los bomberos,
de los suicidas y los homicidas,
de las vacaciones y del agobio,
de la obligación de estar alegres.

Defender la alegría como una certeza.
Defenderla del óxido y la roña,
de la famosa pátina del tiempo,
del relente y del oportunismo,
de los proxenetas de la risa.

Defender la alegría como un derecho.
Defenderla de dios y del invierno,
de las mayúsculas y de la muerte,
de los apellidos y las lástimas
del azar;

y también de la alegría.

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