Unas palabrillas que no se las voy a decir al individuo en la cara, porque afectaría mi relación con demasiadas personas a las que les guardo aprecio:
Despreciaste mi trabajo desde el primer momento, siendo que hice mucho y mejor que otros. Me culpaste de cosas que eran puramente tu responsabilidad. Nunca ocultaste que hubieras preferido mil veces que estuviese N en mi lugar. Cuando mi cadáver militante todavía estaba calentito, la invitaste a participar en la agrupación.
No me entra en mi obeso cuerpo la alegría de que ella ahora esté claramente con esa agrupación de derecha a la que tanto asco le tenés. (Aunque siempre estuvo con ellos, te lo dijimos y no diste bola). Siento pena porque esa agrupación, que pese a elegirte como presidente está llena de buena gente con buenas intenciones, se derrumba, y es tu culpa.
La próxima, Guillermito, pensá con la cabeza que tenés sobre los hombros, no con la otra.
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