Hay momentos en la vida de uno, en los que indefectiblemente tenés que mandar a la mierda a una persona. Dejar de lado toda diplomacia y buenas costumbres. Enojarte, putearla, decirle de todo, hasta hacerla llorar si es necesario.
A veces, si una relación no termina así, no termina.
Otras veces, orden de restricción. De una.
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