Carta a mí misma.

No hay nada de brillo en esta noche. Ni la inusual nieve la hace digna de ser recordada, pero igualmente, y por desgracia, se volverá imborrable.

Le dolían tantas cosas que no sabía por donde empezar a enumerarlas. Se destaca el corazón, obviamente. Pero no, el corazón es el órgano que bombea sangre, y ella no tiene taquicardia, no tiene puntadas.. el corazón no es el problema. Lo que le duele es la ilusión.

Le habían hecho creer que era una princesa, que se merecía el mundo, y que iba a ser feliz junto a su príncipe Gris. Siempre le sonó demasiado bueno para ser verdad, pero él lo decía tan convencido, y era un paisaje tan lindo el que le pintó, que se dejó llevar. No te tendrías que haber dejado convencer, bonita. Sabés mejor que nadie que solamente podés confiar en mí. Que la gente siempre nos demostró que no importa lo que nosotras pensamos ni lo que decimos, ni lo que sentimos. Pero te entiendo, linda, la primera vez que alguien te muestra una puertita hacia el amor, ¿cómo no te ibas a asomar?

Pero acá estás, 10 meses más tarde. En la más triste de las soledades. Esa soledad en la que no importa lo mucho que te hablen tus amigos o tu familia, nadie te puede hacer sentir ni una mínima parte de cariño de lo que te hacía sentir él. Porque, pese a que te rompió el corazón, y te lastimó como nunca antes te habían lastimado, lo amás. Es verdad lo que estás pensando, él es la persona que más te cuidó, te mimó, se preocupó por vos.. es el que te hizo más feliz. Pero no deja de ser un ser humano, y, como decía él, nunca tenés que subestimar el poder de una persona de lastimarte.

No te das una idea de lo que ella daría para que él vuelva, de lo que lo ama, del terrible agujero negro que deja en su vida. Agujero negro que, como tal, absorve todo hacia su oscuridad...